“everyones a problem
sometimes,
flipping over secrets
day and night,
flipping out our
insides, what a fright.”
Ohh sees
“… ¡habría que
hacerle llegar a la gobernadora
un poster y un anuncio del posadelic para
que se dé cuenta de
lo que está pasando!...”
Sra. Cruz Alicia de
Moreno
Por: Hugo César
En
la opacidad desdeñada de un rincón del desierto urbano de Sonora, esperé un
camión que nos llevara a una finca rústica ubicada en una distancia escasa a un
arroyo. En medio de la resaca de una precipitación que arrastró el frio, el
polvo mezcló ansiedad, sueños aldeanos y sedimentos de contaminación. Era una
peregrinación de individuos que desde la ciudad de Hermosillo hasta las
inmediaciones del ejido Tazajal asistió a la cuarta edición del festival Posadelic, evento envuelto en
incertidumbre climática, oposición moral y aberración de melómanos local. A
pesar de las condiciones adversas el festival tuvo una captación fluvial
significativa de personas que se tomaron un momento de gratitud para apreciar
circuitos de bandas independientes, alejadas de los festivales tradicionales
populares. Una separación del imaginario colectivo obstinado de espacios
comerciales (como vive latino), que a diferencia de ello emergen de festivales más
sustanciales (Nrmal, o All my friends), entre muchos otros. Este maratónico
evento arrancó desde las 13:00 hrs con un amplio conjunto de propuestas y géneros, donde
mi apreciación en detrimento me permitió hacer una incisión transversal sobre
tres bandas que estuvieron presentes y que merecen una mención especial.
The Froys, banda explosiva que mezcla el rock garage
con la dureza del Stoner, una fórmula envuelta en crudeza acelerada y alaridos vehementes.
Los jóvenes provenientes de la Ciudad de México estremecieron a su audiencia
ahuyentando el recelo a la muerte, agrediendo a sus instrumentos con canciones que
nos encapsulan en una dosis de agonía y erupción. De pronto la humedad árida envileció
sus melodías, momento en el que su vocalista gritó “es un honor estar en el desierto, el Posadelic es el festival más chingón de México”, un argumento
necesario para aterrizar en ese paraje cósmico de terrenos ejidales, donde la
lucha de clases dejó con sangre su nombre en un río a la deriva del fuzz
distorsionado y la disonancia armónica de The
Froys. Ya en el clímax, el bajista escaló las bocinas retumbantes que
saturaban su furor, y en la cima invocó la aspereza asincrónica de los
mezquites y palo verdes. Culminando la presentación, un bajo eléctrico levitó
en el cielo hacia la multitud, hacia aquellos que alzaron sus manos y su
desgastada voz. Ellos son The Froys,
los que encendieron la pólvora esa noche, nos reiteraron que el rock tiene más
colores obscuros y degradantes, que hay que transgredir las reglas que
balbucean los “expertos”; que de pronto se puede sentir garage, surf y stoner
en una sola canción, solo hay que agitar y revolver hasta que su espuma exacerbe,
hasta que estile la renuncia voluntaria a los propios deseos que atentan la
creación.
Posteriormente
una serie de eventos se cruzarían en el plan de la noche, lo cual nos dio
oportunidad de caminar y apreciar otras bandas como las Robertas o momentos de danza y música experimental. El momento
etílico se acumulaba en la conciencia para que pudiera presenciar en el
escenario a The Risin’ Sun. Problemas
con la producción del evento, un amplificador de bajo que desapareció, The Risin’ Sun tiene ansiedad de tocar.
Una prueba de sonido que engaña a los escuchas, nos hizo movernos y brincar por
unos momentos, su bajista dice: “se llevaron el ampli para los Oh Sees”, su descontento se aprecia,
pero no le impide comenzar, se conecta a cualquier aparato que emita sus
ingrávidos acordes y la banda empieza. The
Risin’ Sun es la banda mexicana actual que muestra un regreso a la esencia
de Avándaro, a las raíces del hard rock. Su tinte de blues y sicodelia, así
como su entrega visceral y perfecta en cada una de sus ejecuciones nos muestran
que la limpieza y la hostilidad no están peleadas en el rock, que también hay
otras puertas en el abismo de la euforia alterada que embonan en un algoritmo
con alucinación. The Risin’ Sun incendió a la gente, temas como “Hide Way”, Bad Milk o “i
Love you” desembocaron en la teletrasportación, eterno
retorno al origen del rock. The Risin’
Sun danza en medio del fuego con su presentación, el invierno de nuestro
descontento se opaca con la banda más dinamizante de rock revival sicodélico actual. Nebulosa y cactáceas
floreciendo en el umbral de cada canción. Nadie de ellos termina nunca, cada
elemento articulado en un mismo estado de reposo y ofuscación. Con The Risin’ Sun se puede morir y
reencarnar de nuevo. Un coito que traspasa la insoportable abnegación, placer
sensorial inmediato en medio de la redención.
Finalmente,
el momento esperado de muchos fue Oh Sees
en su versión ampliada, banda originaria de San Francisco con sede en los Ángeles
California, que retoma el entorno de la costa oeste realizando una combinación
de dos o más sustancias entre el garaje punk, el surf y el rock sicodélico. Algo
así como una sinergia aglomerada de Grateful Dead, the sonics, the Cramps, the
zeros con toda la esencia punk de Orange County. Oh Sees transborda un oasis espacial con ondas que se propagan por
la superficie entre dos medios materiales: acumulación de pericia instrumental
costera y radiación electromagnética con alto volumen sicodélico. Aunque su
presentación inició con algunos desajustes en la ingeniería del sonido, (la
banda invocaba un tal “Fernando” repetidamente), Oh Sees no dudó en comenzar su show ante una audiencia que había
esperado mucho tiempo su ejecución. Con dos Baterías tocando de forma simultánea,
(muestra de vanguardia como Lizard Wizard King Gizzard o incluso Franz
Ferdinand actualmente), un bajo galopante en su atmosfera, sonidos orgánicos
emulando su bioluminiscencia, una guitarra que estrangula la estridencia de la noche,
y una voz resonante que se adhiere al sonido consonántico y gutural de su
aguardiente yugular, Oh Sees entonó
temas como “I Come From the Mountain”
que explotó en una simbiosis entre el Río San Miguel y la terracería atmosférica, “Nite
Expo” que provocó una danza á go-go en medio del desierto, o “Tidal Wave” una interacción entre el
sol, el mar y la luna, que nos llevó a vislumbrar la profundidad de su ser minimalista en su máxima epopeya.
Oh Sees maquinó un paisaje que nos
reitera que el rock no se ha detenido, ni siquiera ha muerto, el rock sigue vivo
y mutando en su reacción química.
Camino
a Hermosillo, un servidor se desplomó en el servicio de transporte que el
evento proporcionó, un parpadeo bastó para despertar en ésto que llaman ciudad
del sol, un etnocentrismo obscuro que se abstiene de nuevas propuestas
musicales, de opacar personas que tratan de mostrar nuevos circuitos de bandas
independientes. Posadelic 2019 fue
un estado de reposo que no puede ser medido por el tiempo, dentro de un
microcosmos que alimenta la esencia del rock.
foto: Alternativo Mexicano
Foto @horebglez
Foto: Sahuaro Fest
Foto: Juan el Tomeiro Jackson