A mediados del siglo XX, cuando
que el Rock abandonó el sui generis y
se trasladó hacia nuevas latitudes cerebrales, comenzaron a nacer una
diversidad de clasificaciones dentro del género musical. Estas se incrementaron
a medida que el trastorno mental de los músicos y la tecnología permitieron
embaucar al rock a su mutación. No sabremos si esos cambios derivaron de una
idea premeditada o si fueron simples circunstancias geográficas.
Los críticos y melómanos siempre
han determinado los distintos paradigmas del rock, pronosticando finales
infelices, inconclusos y pospuestos. Incluso el mismo Kurt Cobain, un año antes
de su muerte consideró al rock como un refrito, una copia de carbón oculta
maquilada por la industria que había llegado a su fin. Pareciera que fue ayer,
pero esa percepción continúa en la actualidad, haciendo parecer una vez más que
en el presente, el rock está al borde de la extinción.
No obstante, las predicciones se
ven ajenas a la realidad, el arte es morbo que se alimenta de podredumbre, de escenas
marginadas donde ocurren sucesos distintos al mainstream. En el underground, la
dictadura de las disqueras y los medios es abolida por la apreciación de
vidrios rotos, sangre destilada, polvo y sudor de una pequeña presentación. Es
así como el calvario del subterraneo sigue engendrando vida a través de su
perturbación y distintas escenas continúan en labor de parto. El rock no se ha
detenido, la industria tal vez.
Transistor es una banda oriunda
de Sonora que retoma el trastorno del rock. Sus temas se incrustan en la
desorganización de la conciencia, creando un espacio de música dentro de su
espectro de cognición. La banda combina elementos del punk, Trash y Noise, pero
al mismo tiempo lo adhieren a melodías atmosféricas en un delirio de ansiedad y
alucinación.
Su contexto musical nos aproxima
a las planicies áridas del desierto sonorense, a través de la herencia del
metal regional, el hard rock primitivo y la escena punk. Donde la levedad de
cada álbum de Transistor guarda un espejismo en forma de redención, un lugar en
el cual los límites humanos se ven alterados tanto por la sequía como por la
inundación, deleite agonizante y riesgo de insolación.
A través de distintas
alineaciones, la banda se vio concretada en el año 2007 con las composiciones
de Edgar Yocupicio y posteriormente con el acompañamiento taladrante de Omar
Ruíz (Raztry) en las percusiones. En 2014 inauguran su lista de álbumes físicos
con el E.P. Canciones para el sentido
humano, un disco salido del garaje visceral y persuasivo del rock duro
alternativo. A finales del mismo año estrenan su primer L.P. titulado Sobre mi cadáver (día de muertos) donde
la banda dilata su estilo con 14 temas llenos de contrastes, rabia, pesadumbre
y seducción.
A inicios del 2015 sacan a la luz
el E.P. titulado se viene Valentín,
una triada de canciones que juegan en la melancolía, la distorsión acústica y
el beat pop ácido-espumoso. A mediados del mismo año graban y producen su
tercer E.P. May the 4th be with you -
feel,don´t think! (star wars ep) y en octubre de 2015 estrenan su cuarto
disco físico (segundo LP) Stereo Letal
(Día de Muertos II), los cuales se vuelcan hacia un hard rock alternativo,
plagado de riffes rígidos y agresivos, armonías líricas y letras que juegan
entre la levedad y la ficción de sus personajes.
Más allá de la disociación de
géneros, transistor es una banda que en vivo refleja un bonus track de sus discos, donde a través de presentaciones
enérgicas desgarran el temple estático de la mayoría de los grupos “virtuosos”
y con estéticas pretenciosas. A partir de ello crean un espacio alterno entre
la concepción de sus temas de estudio y la efervescencia cruda de sus propias composiciones.
En síntesis Transistor es una banda de Rock Sonorense que infringe la
conciencia de la realidad, un padecimiento del desierto, pero también un rasgo
imperativo para poder soportar la supuesta extinción del rock actual y su
sentimiento de exhumación.
Hugo César
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